Los días que paseabas con buen frío en bicicleta hacia los Salesianos, o cuando ayudabas a tu abuelo Pelegrí o en el Recholar. Cuando comenzaste a trabajar en Argo y a salir de montaña. Cuando te enamoraste. Cuando recibías buenos bocatas en la mili. Cuando comenzaste a estudiar de nuevo. Y fuiste funcionario. Y compartías vida con tu mujer. Y con tu hijo. Y la montaña. Y en los camping de playa y montaña. O cuando nos pelábamos de frío esperando el autobús del cole. ¿Te acuerdas?. Qué manía teníais de llegar siempre un rato antes de la hora. Yo sigo intentando seguir esa premisa sin lograrlo siempre. O cuando me recogías de las excursiones y los campamentos. O cuando me quedaba en casa de los abuelos, cualesquiera y teníais un rato de juventud. Y me disteis llaves de casa y todo comenzó a madurar. Esos años de adolescencia. Uff. Pero disfrutaste, seguro, porque me enseñaste muchas cosas que ahora se. Como a tener paciencia. A reflexionar y a intentar, todos los días, ser mejor persona. Luego vino la independencia. Después de muchos años, recobraste tu vida, que desinteresadamente habías compartido con tu hijo. Gracias. Y empezaste a mirar las cosas de otra forma. Seguro. Y a pegarle al baile.
Aprovechar el tiempo. Qué tontería ¿eh, Papá? Es el tiempo el que se aprovecha de nosotros. Nosotros lo único que podemos hacer es disfrutarlo. Y recordando todo lo que has vivido hasta el día de hoy puedo creer que tú sí sigues disfrutando de él: del tiempo.
Hoy no puedo verte y darte un beso y felicitarte pero puedo reconocerte en las cosas que has hecho (las haya vivido o no) y desearte que, al igual que los otros días de tu vida lo disfrutes tal y como lo has hecho hasta ahora. Venga lo que venga.
Un beso de tu hijo que te quiere,
KiKe
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